Al evaluar la política de unos u
otros agentes del Estado de Israel, podemos tener opiniones diferentes,
discrepar y discutir. Hay buenos argumentos para criticar o rechazar las distintas actitudes de
algunos de los actores sociales de Israel. No obstante, en la crítica a Israel
encontramos figuras argumentativas que en esta forma no encontramos en ningún
otro debate político. Son estos, patrones argumentativos antisemitas. El
antisemitismo comienza donde se trata de forma diferenciada a los judíos. Vemos
algunos ejemplos que justifican porqué creo que gran parte de la crítica que
hoy en día se hace desde la izquierda a Israel tiene tintes antisemitas.
Figura 1. Exagerar el dolor infringido por judíos
Israel causa daños. Israel usa su
fuerza militar. Israel mata a personas. Hay muchas evidencias de que en algunas
de sus acciones relacionadas con los palestinos, Israel se ha saltado los
derechos internacionales, e incluso los derechos humanos. Todo ello se puede
decir y se debe exigir el cumplimiento de los derechos humanos por parte de Israel,
al igual que por cualquier otro Estado.
Ahora bien, parece que en la
crítica a Israel caen vocabularios que no encontramos en actos violentos
similares. Así se habla de “terrorismo”, “apartheid” o – uno de los favoritos de los
movimientos solidarios con palestina – de “genocidio”. Para el antisemita, el horror de la guerra no
le parece ser suficiente para expresar su rechazo al Estado judío y tiene que
utilizar exageraciones que no utilizaría en ningún otro caso parecido. Por este
trato diferencial del daño causado por parte de los judíos, este patrón de
argumentación forma parte de la retórica antisemita.
Figura 2. Banalizar el holocausto
En un escalón todavía superior se
encuentra la comparación de Israel con el Alemania del Nacionalsocialismo. En
pancartas en manifestaciones de solidaridad con Palestina podemos ver con
regularidad que se iguala la estrella de David con la esvástica o a Netanyahu
con Hitler. Igualmente encontramos comparaciones de la política de Israel con
el Holocausto, de Gaza con un campo de concentración o con el gueto de Varsovia
e incluso directamente con Auschwitz.
En este caso no sólo se trata de
una exageración (recordemos que sólo en Auschwitz murieron unos 3 millones de
judíos – y recordemos igualmente que José Saramago comparó a Auschwitz con
Yenin, donde murieron 52 palestinos y 27 israelís) sino también de un intento
de robar y trivializar la historia. Esta estrategia de quitar a los judíos su
estatus de principales víctimas del Holocausto debería ser obvia. Lamentablemente, para el antisemitismo,
en su fanatismo ilusorio, las leyes de la razón no parecen funcionar.
Figura 3. Atención compulsiva
Wikipedia conoce más de 30
guerras y conflictos armados que tienen lugar actualmente. Muchos de ellos como
la guerra civil en Syria (41.000 muertos en 21 meses) superan con creces al
conflicto entre Israel y Palestina en número de víctimas. No obstante, ningún
conflicto acapara tanto el interés internacional como aquellos actos que
implican a Israel. Ningún pueblo recibe tantas manifestaciones de solidaridad,
charlas y campañas internacionales como el pueblo palestino (aunque en la
fantasía de los antisemitas los palestinos son un pueblo abandonado por la
solidaridad internacional).
Que Israel es el país más
peligroso para la paz mundial, lo podemos leer con regularidad en las encuestas
del Eurobarometro. Esta atención compulsiva y exagerada que recibe el conflicto
(y con ello las injusticias que comete Israel) sólo se puede entender con la
rabia e impotencia que tienen que sentir los antisemitas al ver que los judíos
no se contentan con el papel de la víctima que la historia parece haberles otorgado. Los judíos que se saltan su papel
de víctima pasiva y empiezan a defenderse activamente, lo cual les iguala con
prácticamente todos los pueblos del mundo, les parecen insoportables.
Figura 4. Negar a los judíos lo que a otros se les permite
La figura anterior está
estrechamente vinculada con una valoración desigual de lo que “se permite” a
los judíos y de lo que se acepta en otros pueblos. Así por ejemplo,
especialmente desde gran parte del autollamado antisionismo se niega la
autodeterminación nacional a los judíos, una autodeterminación que se concede a
la mayoría de los demás pueblos. ¿Por
qué todo el mundo tiene derecho a la autodeterminación nacional menos los
judíos? En su ímpetu de negar al nacionalismo judío su lugar en el mundo, se
glorifica el nacionalismo árabe como progresista y se codifican actos de
terrorismo contra Israel como luchas por la liberación, convirtiendo a
terroristas en mártires.
Figura 5. Culpar a la víctima
La última figura que aquí se
presenta es la que aparece siempre como recurso final, cuando el antisemita se
ve forzado a responder a las barbaridades más obvias que grupos como Hamás
cometen (por ejemplo esta:
https://www.youtube.com/watch?v=yF9zGzXWSUM).
Se presenta en formas como en esta cita de Carlos Taibo: “Hamás, en singular,
es un producto insorteable -tal vez deseado- de la política de Israel.” Si nada
sirve y se tiene que admitir que Hamás comete barbaridades, entonces siempre se
puede culpar a Israel. Si Hamás es un producto de Israel, si Israel obliga a
Hamás a convertirse en terrorista antisemita, entonces la culpa de las
barbaridades cometidas contra los ciudadanos judíos es, en última instancia, de
Israel.
Esta forma de “razonar” se blinda
contra cualquier argumentación racional y quita a los palestinos el estatus de
actores autónomos capaces de elegir entre posibles reacciones, aquella que
ellos consideran más adecuada: No les queda la manifestación pacífica y la
lucha democrática. No les queda otro remedio que convertirse en bárbaros.
Todas estas formas de argumentar
no sólo se encuentran en la izquierda. Pero como escribía ya en la primeraparte de mi dedicación al antisemitismo, al imaginarse a los judíos y a Israel
como fuerza global, con un poder económico-militar enorme, la lucha contra
Israel aparece como una lucha por la emancipación. O, como decía el marxista
Moishe Postone: “El antisemitismo […] es una crítica primitiva del mundo, de la modernidad
capitalista. La razón por la que lo considero
especialmente peligroso para la izquierda es precisamente por la
pseudo-dimensión emancipadora que posee el antisemitismo y que otras formas de racismo rara vez poseen.”