domingo, 25 de noviembre de 2012

Estado, nacionalismo y capitalismo



Para muchas personas que se identifican con la izquierda anticapitalista, la crítica o el rechazo al Estado y a  los nacionalismos forma parte de sus  convicciones más fundamentales. Israel es un Estado capitalista nacionalista. Desde este planteamiento parece una contradicción defender al  Estado de Israel desde una posición anticapitalista. ¿Por qué entonces creo que justamente el Estado de Israel merece la defensa de la izquierda?

Según lo que sabemos, el capitalismo necesita un monopolio de poder en forma de Estado. Entre las funciones del Estado para el capitalismo se encuentran, por ejemplo, las de garantizar la propiedad privada, el sistema monetario y con ello el libre intercambio de mercancías (así por ejemplo lo explica Marx en El Capital). Otra función de los Estados es la de defender, incluso con violencia, a “sus” capitalistas en situaciones de competencia con otros capitalistas y de defender a “su” población frente ataques bélicos de otros Estados. En ello suelen basarse los Estados de una ideología nacionalista, distinguiendo entre quienes pertenecen a la nación y al Estado y quiénes no. Los que según esta lógica no pertenecen al Estado quedan excluidos o en posiciones subordinadas con derechos limitados.

Ahora bien, conocemos una gran variedad de conceptos de nación, desde conceptos étnicos o de raza a conceptos políticos o de lugar de nacimiento. E igualmente conocemos una gran variedad de formas de Estados capitalista. Conocemos sociedades capitalistas que toman la forma de fascismos, repúblicas islámicas o democracias burguesas (la forma dominante en occidente, por el momento). Aunque todo son capitalismos, hay una gran diferencia entre ellos respecto a derechos y libertades básicas, tanto para la mayoría de la población como, sobre todo, para minorías étnicas, religiosas, políticas y sexuales. Así que los capitalismos occidentales suelen ser multiétnicos, con cierta libertad religiosa, con una libertad de expresión política considerable (aunque no ilimitada) y con ciertas garantías formales de poder vivir su sexualidad en igualdad de condiciones.

Un ejemplo de otro Estado capitalista en que estas libertades no sólo no estaban garantizadas sino que se apuntaba al exterminio físico de gran parte de las minorías étnicas, religiosas, políticas y sexuales, sería el Estado nacionalsocialista alemán del siglo pasado. El ejemplo del nacionalsocialismo muestra también que hay muchas razones por las que un Estado capitalista específico puede desaparecer: por anexión (como en el caso de Polonia anexado) o por cambio de la forma de Estado capitalista (como en el caso del cambio de la república de Weimar al Reich alemán). En otras palabras: sólo en algunos casos el derrumbe  de un Estado nacional da paso a una revolución emancipadora, en muchos casos la nueva forma de capitalismo resulta aún peor para la población que vive en el territorio del Estado.

Esto significa para la izquierda antinacionalista y anticapitalista que no debe celebrar en todo caso el hundimiento de los Estados. Siempre depende de las alternativas realmente existentes. A veces puede resultar necesario defender a un Estado capitalista frente a una alternativa claramente peor. Por esta razón, anarquistas y socialistas han defendido la república de Weimar o la república española durante la guerra civil española.

Algunos Estados vecinos directos o indirectos de Israel (Siria, Irán) y muchas organizaciones armadas importantes en la región (Hamás, Hezbolá) no reconocen el derecho de existir de Israel y desean abiertamente su destrucción y el exterminio al menos de su población judía (así por ejemplo en la carta magna de Hamás). Sus posiciones frente a la libertad religiosa, la posición de la mujer y las minorías sexuales igualmente representan un claro retroceso  en comparación con las libertades alcanzadas por el momento en Israel. Dada la orientación antisemita e islamista de las únicas fuerzas en el oriente próximo que quizá estarían en posición de provocar una desaparición de Israel, el peligro de que lo que venga  después sea peor para las personas que actualmente están bajo la protección de Israel es más que real.

Anticapitalistas antinacionales suelen desear un mundo sin capitalismo y sin Estados. Sería esto un mundo sin fronteras, sin clases y donde existe la organización racional de los asuntos humanos. Pero no todos los hundimientos de los Estados son un paso en esta dirección. Hitler también ha derribado fronteras. No dejemos que la historia se repita.

La defensa de Israel no significa estar de acuerdo con el capitalismo ni con la existencia de Estados y mucho menos significa amar a Israel o creer que su gobierno y sus instituciones estén libres de errores e incluso de crímenes. Defender a Israel significa apoyar una democracia burguesa frente a un islamismo autoritario que pretende abiertamente la eliminación de los judíos que actualmente viven en territorio israelí; porque sabemos que un régimen tal como lo plantea Hamás y otros nos alejaría aún más de nuestro sueño de un mundo sin fronteras.