lunes, 5 de diciembre de 2016

Fuera



Si viéramos frases como “Marroquís fuera”, “Marroquís fuera de la universidad” o “Marroquís fuera de nuestra ciudad” no tendríamos dificultad de entenderlas como lo que son: puro racismo. Si ahora el autor de estas frases negara su racismo, explicándonos que con las mismas quería criticar la situación de los Derechos Humanos en Marruecos, dudo que nos pudiera convencer con esta argumentación. No sólo entendemos en seguida que aquí se culpabiliza a todos los ciudadanos de un Estado independientemente de su papel en la violación de los Derechos Humanos, sino que  también comprendemos sin gran dificultad que se usa un doble rasero al singularizar sólo a Marruecos entre todos los países que no cumplen con la protección de los Derechos Humanos. E igualmente podemos ver que aunque el autor de las frases negase su racismo, no sería difícil para cualquier racista estar de acuerdo con dichas frases.

Como siempre la cosa es diferente cuando se trata de Israel. Las mismas personas que en otros contextos suelen ser muy sensibles frente a la discriminación no lo son cuando se trata del Estado judío, sus ciudadanos y sus defensores. Claro que no gritan “Israelís fuera de nuestra universidad o ciudad”. Probablemente ellos mismos se vieron el plumero. Pero en cuando se esconden detrás de las siglas BDS – Boicot, Desinversión y Sanción – ya pierden la brújula moral y justifican lo que con otros países y ciudadanos rechazarían como racismo.

Parece que estas personas no tienen problema alguno en exigir el boicot académico, lo que significa eliminar todos los vínculos con instituciones educativas Israelís, sus profesores, investigadores y estudiantes. Así se han pronunciado ya varias organizaciones estudiantiles, organismos universitarios, profesores e investigadores - hasta donde yo sé, todos entendiéndose más o menos como “de izquierdas” o “críticos”. Así por ejemplo, un grupo numeroso de alumnos impidió este año la conferencia de Haim Eshach sobre la enseñanza de la ciencia y la tecnología en las guarderías, por el mero hecho de ser Israelí. Y también en mi propia universidad ha habido varias actividades del movimiento BDS, sobre todo organizado por grupos estudiantiles pero a menudo apoyado por las diferentes instituciones universitarias.

También han proliferado en los últimos meses adhesiones al BDS por parte de pueblos y hasta ciudades pequeñas gobernadas por partidos que suelen luchar contra la discriminación – excepto cuando se trata de Israel, sus ciudadanos y amigos. Cómo no ven que culpabilizan a todo un pueblo por las acciones de un Estado o que utilizan un doble rasero al querer romper vínculos sólo con un único Estado en un mundo lleno de injusticias estatales.

Aunque ya lo he dicho en múltiples ocasiones lo repito una vez más: por supuesto se puede criticar la política y la sociedad israelí. Pero en cuanto se utilizan formas que en referencia a cualquier otra política o sociedad serían consideradas racismo, entonces, muy probablemente estamos frente a un caso de antisemitismo. Y al antisemitismo, tal como al racismo y cualquier otra forma de discriminación hay que combatirlo.

viernes, 8 de abril de 2016

Refugiados

Uno de los temas más discutidos en el debate Israel-Palestina es la cuestión de los refugiados”. Desde una posición de emancipación social (o humanista, de izquierdas, progresista, etc., si así se prefiere), el argumento y la actividad política puede sintetizarse en tres puntos:
1.      Luchar contra las causas de cualquier migración forzada.
2.      Garantizar el derecho de cualquier persona a vivir donde quiera.
3.      Otorgar los mismos derechos sociales y políticos a tod@s independientemente de su lugar de nacimiento.
Con estas premisas parece no existir otra posición para la izquierda que la derespetar, proteger y promover el derecho de los refugiados palestinos a volver a sus casas, tal y como lo formula, por ejemplo, el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanción contra Israel) que, a pesar de haber sido ya condenado varias veces por racismo y discriminación, todavía se considera de izquierdas.
Lamentablemente no vivimos en un mundo ideal, sino en uno donde las guerras y amenazas, las fronteras, los racismos y el antisemitismo existen. Y si la crítica social no quiere ser idealista sino materialista, es decir no argumentar y cambiar el mundo desde un ideal sino desde la realidad existente, tiene que tener en cuenta algunos hechos. Vamos por partes:
¿De qué hablamos cuando hablamos de refugiados palestinos? Al principio hablábamos de aproximadamente 700.000 personas que tuvieron que dejar sus hogares cuando en 1948 los países árabes no reconocían el, en aquel entonces nuevo y muy pequeño, Estado de Israel. A estas se añadieron unas 250.000 personas que fueron desplazadas de Gaza y Cisjordania como consecuencia de la Guerra de los Seis Días. Algunas de ellas eran personas que tuvieron que dejar sus hogares en 1948. Ahora bien, desde la creación de la UNRWA en 1949, la organización de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos, no solo estas personas sino también sus hijos, nietos y bisnietos cuentan como refugiados. En ninguna otra región del mundo existe esta práctica de heredar el estatus de refugiado a través de las generaciones. De esta forma, cuando se habla hoy en día de refugiados” palestinos se suele hablar de unos 5 millones de personas cuya inmensa mayoría nunca ha tenido que huir o migrar. De lo que no se suele hablar es de los 800.000 judíos que entre 1948 y 1951 fueron expulsados de sus países de nacimiento en el oriente próximo y oriente medio, ni mucho menos de aquellos que en cientos de años anteriores tuvieron que huir de la persecución, o de aquellos que todavía hoy en día no se sienten seguros fuera de Israel.
Ahora bien, como buen pro-palestinos deberíamos luchar por la garantía de los plenos derechos como ciudadanos de los palestinos, vivan donde vivan. En Israel viven aproximadamente 1.275.000 palestinos (un 20% de la población), con plenos derechos de ciudadanía. No obstante, entre los países de acogidasolo Jordania ha hecho esfuerzos para dar la ciudadanía a los palestinos. Los demás países siguen la recomendación de la Liga Árabe de no fomentar la integración de los palestinos para no hacer peligrar su derecho a volver. En Europa parece una obviedad que desde la izquierda luchamos por la integración en todos los ámbitos de la población inmigrante. Pero las cosas parecen diferentes cuando de Israel se trata. ¿Cuántos de los autoproclamados pro-palestinos han hecho fuerza para conseguir una vida digna de los palestinos en sus países de residencia, que en la mayoría de los casos son sus países de nacimiento? ¿Por qué solo aparece como única vía al drama de los campos de refugiados” palestinos su inclusión en el único Estado de mayoría judía, acabando así con el judío entre los Estados(Paliakov)? Pero al insistir en el derecho a vivir en Israel los poderosos de los países árabes evitan que las reivindicaciones de los palestinos sean dirigidas contra ellos. A la mayoría de los gobernantes árabes el destino de los palestinos les trae sin cuidado mientras lo puedan utilizar como arma política. Ayudar a los gobernantes árabes en ello no es tarea de una izquierda crítica.
Pero: ¿qué hay del argumento de que cada persona debería poder vivir donde le complazca? Propongo a todos los interesados en la emancipación social comenzar por sus” países. Trabajemos por unas fronteras abiertas en España y en Europa, en contra de las vallas en Ceuta y Melilla, contra Frontex en el mediterráneo, y opongámonos a la política brutal de la UE contra los refugiados sirios. Insistir en que justamente aquel Estado cuya mayoría de habitantes es el resultado de una historia centenaria de persecución, por Europa y por los Pses Árabes,  abra sus fronteras, no sólo es un sesgo tan sólo explicable por una fijación hacia este Estado particular. También significaría asumir el riesgo de la culminación de esta persecución. Sólo una izquierda ciega frente a la larga historia del antisemitismo eliminatorio, que  aún persiste en la actualidad, podría arriesgar tal barbaridad. En ese momento dejaría de ser para mí un movimiento de emancipación social.

viernes, 11 de marzo de 2016

¿Pro-palestino o sólo anti-israelí?

Por supuesto soy pro-palestino y creo que desde una posición de humanista, progresista, y de izquierdas, hay que serlo.

        Soy pro-palestino porque me siento solidario con todos los palestinos que en Israel sufren racismo institucional o que son víctimas del racismo por determinadas partes de la sociedad civil israelí.

        Me siento solidario con las mujeres palestinas que todavía, en pleno siglo XXI son tratadas como seres humanos de segunda por las autoridades palestinas, así como también por gran parte de su sociedad, y a las que se les niega la plena igualdad con argumentos de cultura, religión o tradición.

        Ser pro-palestino para mí significa también estar al lado de las palestinas lesbianas, gais, transexuales y bisexuales perseguidos hasta la muerte por una ideología religiosa que odia a lo diferente.

        Apoyar a los palestinos significa querer proteger a los niños palestinos. Quiero que crezcan en paz, con bienestar y educación y que no se les enseñe el odio hacia su vecino o se les utilice como armas o escudos en ninguna guerra. Creo que tienen todo el derecho a ser amados en mayor medida de lo que se odia a Israel.

        Soy solidario con todos los librepensadores palestinos que se niegan a hacer propaganda para las autoridades palestinas y no raras veces son perseguidos por ello. Son personas normales que simplemente quieren vivir una vida digna, que no quieren ninguna guerra, que no celebran atentados suicidas y que creen en la convivencia pacífica y en la diversidad.

        Soy planamente solidario con la oposición democrática y laica palestina que tanto carece de aliados y tantas veces tiene que sufrir la represión de los grupos palestinos más radicales.

        Estoy a favor de que los cientos de miles de palestinos que ya viven en Jordania y en otros países de la zona desde hace varias generaciones, por fin reciban el estatus legal de ciudadanos, poniendo fin, de este modo, a la discriminación legal. Creo que la recomendación de la liga árabe de negarles este estatus supone una grave discriminación a los palestinos.

        Igualmente estoy a favor de que los palestinos que viven dispersos en Europa reciban ya el estatus pleno de ciudadano donde quiera que se encuentren.
Por ser pro-palestino estoy fuertemente convencido de que la comunidad internacional debe dejar de jugar su propio juego identitario a costa de la población palestina e israelí, impidiendo así una solución pacífica y duradera. No se debe premiar a las familias de los “mártires”, como lo hace por ejemplo Irán, ni justificar actos de