En el mundo social, las acciones
de los individuos o grupos nunca son reacciones directas a los acontecimientos inmediatos. Entre
acontecimiento y reacción siempre hay un proceso de interpretación de la realidad. Esto puede ser una reflexión
consciente o una internalización de interpretaciones aprendidas con
anterioridad y cuyo funcionamiento es inconsciente. Pero siempre se trata de
actos creativos de la mente humana. En este proceso la mente se sirve de
patrones de interpretación o ideologías ya aprendidas socialmente que ayudan al
ser humano a situar el acontecimiento singular en un marco general.
Para entender las reacciones de
gran parte de la izquierda a los acontecimientos en Israel y en Palestina
conviene entender el antisionismo como código cultural. Un código cultural es
una fórmula verbal que tiene una doble función: Por un lado produce y reproduce
ciertas asociaciones y contextos y por otro lado funciona como clave
comunicativa, es decir, hace innecesario explicitar su contenido.
En la izquierda, definirse como
antisionista provoca ciertas connotaciones sobre la interpretación del
conflicto judío-árabe. Los antisionistas interpretan el conflicto en términos
de imperialismo y (neo)colonialismo, la culpa recae, prácticamente en su
totalidad, sobre Israel, que es percibida como Estado beligerante. Estas
afirmaciones y muchas más se encuentran condensadas cuando alguien se autodefine
como antisionista.
Como clave comunicativa, por otro lado, el antisionismo hace superfluo
nombrar explícitamente los propios resentimientos antisemitas. Parafraseando a Shulamit
Vulkov se podría decir que antisionismo no sólo
es antisemitismo. No es el acoso a los judíos de modo respetable, sino que es el antisemitismo hecho
símbolo. El antisionismo permite ocultar el propio antisemitismo distanciándose
abiertamente del antisemitismo y del odio a los judíos. Contrariamente al
fundamentalismo islámico o a las ideologías racistas de la extrema derecha, la
izquierda no permite la exclusión directa de los judíos como religión o pueblo.
Al sustituir “judío” por “sionista” y al identificarlo con el imperialismo, se
puede mantener una explicación antisemita del mundo sólo cambiando el color del
traje, es decir, sólo cambiando una palabra por otra.
Si aquí se afirma que el
antisionismo de la izquierda es básicamente lo mismo que el antisemitismo, se
quiere indicar que el antisionismo
utiliza la misma organización semántica que el rechazado antisemitismo. En
ambos casos subyace una diferenciación entre comunidad (concreta) y sociedad
(abstracta). Mientras el resto de
naciones o pueblos parecen ser capaces de crear una comunidad, a los judíos se les
niega tanto la capacidad como el derecho a hacerlo. Se los imagina como entidad abstracta
y supranacional. En el nacionalsocialismo se negaba a los judíos la pertenencia
al pueblo alemán y se justificaba el asesinato de millones de judíos con el
argumento de que ellos no sólo desintegrarían el pueblo alemán sino que serían
el enemigo de todos los pueblos. El antisionismo no es más que otra forma de
imaginar que el pueblo judío no es capaz
de vivir en comunidad. El Estado de Israel no se percibe como un
Estado, como lo son otros (con todos sus fallos e injusticias escandalosos),
sino que se niega a los judíos lo que se permite a todos los demás pueblos: la
autodeterminación. Al igual que el antisemitismo condena a los judíos por el
mero hecho de haber nacido judíos el antisionismo condena a Israel por el mero
hecho de existir.
Otra faceta de la semántica
antisemita, que se encuentra también en el antisionismo, es la imaginación de
un poder enorme, supranacional y conspirativo. Sólo hay que pensar en el poder tan
grande que se le presupone a la lobby
judía en EE.UU. o en la influencia que se cree que Israel tiene en Europa. Este
supuesto poder, se imagina tan inmenso, en un Estado tan pequeño, que Israel
suele ser nombrado en primera posición cuando se pregunta en las encuestas
sobre países capaces de hacer peligrar la paz en el mundo.
Una tercera parte de esta
semántica antisemita/antisionista sería la tergiversación entre víctimas y
agresores. Con afirmaciones como “los judíos se aprovechan del holocausto”, “Hamás
es un producto de Israel” se convierte a las víctimas claras del holocausto y
del terror de Hamás en verdaderos aprovechados de la situación. Estos tres
elementos: negación de la capacidad de formar comunidad, imaginación del poder judío y
tergiversación entre víctimas y agresores son la clave para entender la forma
específica del antisemitismo presente en el antisionismo de la izquierda.
Como código cultural, el
antisemitismo tiene la gran ventaja discursiva de permitir crear amplios consensos.
Con la clave del antisionismo se entienden no sólo la extrema derecha y el
nacionalismo árabe (que ya se mostró en la segunda guerra mundial, cuando este
último afirmó abiertamente su ideología antisemita y pronazi), sino que se
pueden aliar también gran parte de la izquierda y el fundamentalismo islámico.
Se puede decir, por tanto, que hoy en día el antisionismo es la forma más
extendida de antisemitismo.
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