Con razón hay una protesta masiva
de la sociedad civil cuando el cretino de turno hace comparaciones de la
situación actual (nacionalismo catalán, aborto, ETA) con los nazis. No obstante
en cierta parte de la izquierda parece que hay una comparación con el
nacionalsocialismo que pasa sin que las diversas organizaciones de izquierdas
pongan el grito en el cielo. Me refiero aquí a la comparación de la política de
Israel con la de los nazis (incluido expresamente como ejemplo de antisemitismo
en la definición más prominente). Más concretamente parece haber un
consenso en que el sionismo es nazismo o al menos racismo. ¿Pero alguien de
esta izquierda se ha parado alguna vez a reflexionar sobre qué es el sionismo, de
dónde viene y que discusiones existen tanto dentro del sionismo como dentro de
la comunidad judía al respecto? Si no
quieren estropear su cómodo prejuicio les recomiendo no seguir leyendo
porque aunque los resentimientos suelen ser resistentes a los argumentos,
intentaré explicar brevemente las diferentes posiciones que existen dentro del
sionismo y los argumentos no-antisemitas a favor y en contra de estas.
Sionismo según google
El sionismo moderno surge en la segunda mitad del siglo XIX.
En el auge de los nacionalismos europeos y de las creaciones de los diferentes Estados-naciones,
también desde la comunidad judía surge el deseo de tener un Estado propio. Si
todos los pueblos tienen su Estado, entonces: ¿por qué los judíos no deberían
tener el suyo? Así el planteamiento del sionismo político del que Theodor Herzl
quizá sea la figura más destacada.
El sionismo político recibe básicamente tres contestaciones
dentro de la comunidad judía. Estas contestaciones todavía están presentes hoy
en día en críticas al Estado de Israel. La primera contestación es la de grupos
ultra-ortodoxos. Ellos argumentan que sólo Dios puede salvar a los judíos de la
situación de Diáspora y lo hará enviando al mesías. Acabando ya con la
situación de Diáspora sería, según esta posición, una blasfemia.
La segunda crítica muy influyente antes de la segunda guerra
mundial era la idea de que los judíos no necesitan un Estado propio. Es la
expresión de la convicción de que el antisemitismo existente se puede superar y
el pueblo judío se puede integrar perfectamente en los diferentes Estados-naciones.
Esta posición vivió un duro revés con el Holocausto. El asesinato industrial de
6 millones de judíos mostró que incluso en el país que hasta aquel momento había sido considerado uno de los más
civilizados del mundo no se podía estar nunca seguro. Desde esta posición
también se re-evaluaron otros acontecimientos como los múltiples pogromos
contra los judíos en el mundo árabe. Por ejemplo los pogromos de Jerusalén de
1929 en los cuales 130 judíos fueron asesinados, bajo las miradas pasivas de la
policía británica. De ahí creció la convicción del sionismo político de que los
judíos necesitan un Estado propio, un Estado donde ellos mismos se puedan
defender contra los ataques antisemitas, donde el Estado no aplauda o mire en
otra dirección cuando se les masacra.
De estas dos críticas antisionistas hay que diferenciar una
tercera crítica al sionismo político. Viene del ámbito del sionismo cultural.
Los judíos que defendían esta posición argumentaron que los judíos no deberían
caer en el mismo error de los particularismos y nacionalismos de los Estados-naciones.
En vez de ello apostaron por la recuperación de la cultura judía, sobre todo de
la lengua hebrea. Veían la idea de crear
un Estado judío propio con recelo ya que esto significaría cometer los mismos
errores y realizar las mismas exclusiones que los demás Estados. Un Estado
judío no sería mejor que cualquier otro Estado.
Ahí entramos en lo que muchos críticos de Israel denuncian:
el particularismo del Estado de Israel. Desde una posición de izquierdas exigen
a Israel convertirse en un Estado fundamentalmente diferente. Un Estado sin
carácter judío. Desde el ideal de un mundo sin fronteras, un mundo donde ni la
pertenencia étnica ni la religión importan, exigen de Israel el abandono de su
proyecto nacional actual.
Aunque comparto el ideal del mundo sin fronteras y sin
discriminación, hay que tener en cuenta también la realidad. Y la realidad es
que la destrucción de Israel no sería un paso hacia esta dirección, sino hacia
la dirección opuesta. Los que critican el carácter particularista de Israel
suelen callarse frente a los múltiples y mucho más profundos procesos de
exclusión en los demás países de la región, donde derechos civiles, democracia,
igualdad de género o libertad sexual son extranjerismos. Exigir de Israel lo
que de ningún otro país del mundo se exige (al menos no con la misma
vehemencia) significaría promover el fin de la idea de un Estado donde que garantize que los judíos se puedan defender en contra de ataques desde adentro
o afuera.
Sí, el sionismo político no es universalista. Sí, el
sionismo político es particularista – como cualquier Estado del mundo es un
proyecto particularista. Pero en el mundo nacionalista, racista y antisemita en
el que vivimos, el sionismo parece de momento la única solución viable para
garantizar la existencia del pueblo judío.