lunes, 1 de diciembre de 2014

El mito del buen salvaje



Hasta ahora en este blog he abordado mayoritariamente el tema del antisemitismo. De hecho, quiero puntualizar que el nombre mismo del blog “En defensa de Israel” no significa que defiendo todos y cada uno de los actos cometidos en nombre de Israel. Más bien he querido defender a Israel contra los ataques que utilizan el antisemitismo, por ejemplo poniendo en duda el derecho de Israel a existir. Pero el tema de hoy no es el antisemitismo, sino el racismo. Lamentablemente se utiliza a veces el racismo o su familiar, la islamofobia para defender a Israel. Se trata de prejuicios contra el Islam, los árabes o muy en particular contra los palestinos. Evidentemente hay que distanciarse de este racismo.

Lo que muchas veces pasa desapercibido es, no obstante, que  se puede detectar muchas veces un racismo por parte de aquellos que critican a Israel. No se suele tratar de un racismo hacia Israel o hacia los judíos. La forma más común de semántica discriminatoria cuando se critica a Israel y los judíos suele ser el antisionismo antisemita o el antisemitismo antisionista. Cuando se critica a Israel, muchas veces se incurre en un racismo hacia los palestinos. Sorprendentemente esto pasa a menudo en grupos o individuos que se entienden a sí mismos como antirracistas.

El racismo en el que incurre cierta parte de la izquierda es muy sutil y se caracteriza más bien por la ausencia de un discurso que por su presencia. Me refiero aquí a todos estos casos en los que se critica ferozmente a Israel mientras se calla al mismo tiempo de los ataques verbales o físicos antisemitas contra el Estado judío. Frases como “Cualquiera que tiene un cuchillo, un arma, o un carro y no está atacando a judío o Israelí, y no está matando a decenas de sionistas, no pertenece a Palestina”, pronunciado este verano por el portavoz de Hamás, Fawzi Barhoum no deben ser obviadas. En otra entrada ya hablé de que Hamás no puede ser un aliado de la izquierda.




Ahora bien, gran parte de la izquierda comprende el carácter totalitario de muchos de los enemigos de Israel. Pero en vez de criticar a estos fascistas clericales se culpa a Israel, por la “espiral de violencia” o directamente por los actos terroristas o el antisemitismo de sus enemigos. Y justamente ahí se está cayendo en el racismo. Las personas que así argumentan presentan una actitud paternalista hacia los palestinos. Les tratan como si no fueran capaces de entrar en razón, como si no fueran responsables morales de sus actos. Personas o grupos con capacidad moral se pueden sentir presionados por muchos lados, pero siempre les queda la posibilidad de elegir entre diversas formas de actuación y expresión. Nadie está obligado a convertirse en antisemita haga lo que haga Israel; y en la lucha contra injusticias reales o supuestas se puede elegir entre un gran abanico de estrategias y tácticas. Nadie está obligado a atacar deliberadamente a civiles.

Cierta izquierda que disculpa implícitamente o explícitamente a los fascistas islámicos y antisemitas no sólo se hace cómplice del antisemitismo, también cae en el racismo y el paternalismo hacia aquellos que pretende defender. Tratar a los palestinos no como personas con capacidades morales sino como niños salvajes que no saben actuar de otra forma es paternalista y racista.

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