domingo, 2 de diciembre de 2012

Mesa de disección: Parte I - Terrorismo

Cuando se habla de Israel, las palabras de terror y terrorismo son omnipresentes. Muchas personas de la izquierda se quejan del “terror del Estado” de Israel mientras defensores de Israel suelen alegar que Hamás son los verdaderos y únicos terroristas. Si miramos la cantidad de víctimas en los diferentes lados podemos ver que, por ejemplo, en el actual conflicto con Hamás en Gaza hay muchos más muertos en Gaza - la inmensa mayoría de ellos civiles – que en Israel. Aún así sostengo que las actuaciones de Israel no son terror, mientras que las de Hamás sí deben ser descritas como terroristas. ¿Por qué?


Por su carga histórica, política y emocional, difícilmente se encuentra un consenso sobre el significado exacto de la palabra terrorismo. Algunos gobiernos en todo el mundo la han utilizado para difamar a personas y grupos sociales que luchaban por una emancipación radical. Y bajo el lema de la “lucha contra el terrorismo” más de una vez se han obviado  los principios básicos del derecho internacional y de su propio derecho nacional. Razón de sobra para desconfiar de definiciones y usos oficiales del término terrorismo.

No obstante, el hecho de que se abusa del término no significa que no pueda ser útil para diferenciar distintas formas de actuaciones violentas. De hecho, también desde la izquierda se suele utilizar el término para rechazar, por ejemplo, el terror fascista o el terrorismo de Estados. De hecho en la escala de valoración el terrorismo suele ser peor valorado que la guerra o el “simple” asesinato. Por ello, resulta importante diferenciar el término terrorismo de otros actos (que no por ello dejan de ser negativos).

Propongo dos elementos clave para diferenciar terrorismo de otros actos violentos y definir terrorismo desde una posición emancipadora:
  • El uso sistemático de la violencia física dirigido hacia civiles con el fin de crear miedo. 
  • Con fines políticos, es decir, con el fin de cambiar o mantener el orden social.

Un hombre que matara a su pareja por celos o dinero, no sería entonces terrorista, pero unos neonazis que mataran sistemáticamente a inmigrantes, por estar en contra de un modelo social multicultural, sí serían terroristas. Con esta definición quedan excluidos otros actos que a veces están considerados como actos terroristas por los Estados occidentales. Así, algunos Estados persiguen creadores de grafitis, si sus obras han sido creadas con el fin de cambiar el orden social existente, o a personas que queman contenedores de basura con el mismo fin. Independientemente de cómo valoramos el grafiti e independientemente de si sea una estrella roja o una esvástica, esta definición de terrorismo no sirve para una izquierda emancipadora, ya que diferenciamos entre apropiación del espacio público o violencia contra objetos y violencia contra personas.

También conviene diferenciar guerras y terrorismo aunque en muchas guerras se hace uso sistemático del terror, por ejemplo, para minar el apoyo social del otro bando. Pero, aunque en todas las guerras mueren civiles, no todas las guerras utilizan el terror (repito: esto no significan que estas guerras sean justificadas o buenas). De hecho, a veces el uso del terror aún moviliza más tanto a la propia población aterrorizada como a la comunidad internacional. Especialmente cuando la intención es la de vivir posteriormente en paz con la población y/o hacer negocio con ella, se suele utilizar la estrategia de presentarse como “liberador”. El terror ahí sería contraproducente.

En las guerras antiguas morían más militares que población civil. Dicen los cronistas que en la batalla de Solferino entre las tropas de Napoleón III de Francia y las tropas del Reino de Cerdeña murieron 38.000 soldados y sólo un único civil. Hoy en día, las fuerzas militares suelen estar mejor protegidas y los “campos de batalla” ya son regiones enteras. De ahí que la cantidad de muertos civiles en las guerras actuales supere con creces la cantidad de muertos militares. Esto convierte las guerras actuales en más abominables, pero no las convierte en terror, ya que los civiles han sido el objetivo de las acciones bélicas.

La pura cantidad de muertos civiles puede ser un criterio para evaluar la magnitud de un fenómeno, pero no decide sobre si tratarlo como terrorismo o no. Las decenas de miles de muertos anuales de tráfico en las calles Europeas no convierten a los conductores de coches en terroristas. Siguiendo la misma lógica, y volviendo a nuestro tema, la pura cantidad de muertos en Gaza no convierte a Israel en terrorista. La cantidad de muertos civiles (siempre lamentables) sólo suele decir algo sobre el poder militar y sobre las estrategias elegidas, tanto para el ataque como para la defensa.

El objetivo de Israel no era la población civil. Israel apuntaba a líderes de Hamás y a su infraestructura. Para evitar que aumente la cantidad de víctimas civiles Israel incluso ha seguido toda una serie de acciones para avisar a la población civil mediante folletos, llamadas, mensajes sms diciendo en qué parte de Gaza estarán seguros de los ataques militares. Podemos preguntarnos si estos avisos eran suficientes, si se podría haber hecho más para proteger a la población civil o incluso si no se debería haber comenzado el ataque si no se puede garantizar absolutamente la integridad de los civiles en Gaza. Por estas razones, podemos criticar a Israel o incluso rechazar sus actos bélicos, pero en ningún momento se trata de terrorismo.

La estrategia de Hamás es bien diferente: Hamás apunta directamente a la población civil. En su carta magna define a todos los judíos de la región como objetivos. Es decir, Hamás no sólo no toma ninguna precaución para evitar daños civiles, sino que quiere hacer el máximo daño posible a la población civil. Por eso debemos rechazar los actos de Hamás y calificarlos de terroristas. Repito: no debemos considerar a Hamás como terrorista porque lo diga algún Estado o algún organismo supranacional como la UE, sino porque los propios actos de Hamás nos indican que son terroristas.

Pero Hamás no sólo es terrorista porque procura hacer el máximo daño a la población civil de Israel, sino también porque utiliza, para fomentar la producción del máximo daño, a la población palestina como arma en su guerra propagandística. Abiertamente Hamás utiliza a civiles como escudos humanos. Anima a la población civil a proteger con sus cuerpos a los objetivos de los ataques de Israel. Incluso utiliza a veces civiles en contra de su voluntad como escudo. Además utiliza edificios públicos como escuelas y hospitales como lugares de lanzamientos de cohetes y almacenamiento de armas o lanza cohetes desde lugares densamente poblados (véase el siguiente video: http://www.youtube.com/watch?v=70Oqo_wmuGo).

Decir que Israel no es terrorista, no significa que no pueda haber cometido crímenes contra la población civil o crímenes de guerra. No significa justificar cada aspecto de la estrategia utilizada por Israel, ni mucho menos. Sólo significa que no podemos criticar como terrorista  al Estado de Israel. Al contrario, decir que Hamás sí es terrorista significar rechazar a la organización y  sus actos; por solidaridad con la población civil en Israel… y en Palestina.

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